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La escucha atrofiada

La escucha atrofiada

Es estéril redefinir ante la comunidad que la Asociación Civil Maltratocero no realiza tareas de asistencia a mujeres en situación de violencia de género.

Cada día, invariable e irremediablemente cada día, las mujeres que van por ayuda a las dependencias oficiales del Estado “rebotan” y vienen a nosotrxs en busca de ayuda.

Aclaro: todos los días.

Cómo organización explicamos que nuestra tarea son las acciones de prevención, auditoría, promoción y producción de políticas públicas así como la formación de equipos técnicos de abordaje de la problemática para diversas instituciones, organizaciones o centros de asistencia.

No obstante la humanidad, capital existencial que ninguna de las personas que componemos Maltratocero quiere perder, nos obliga a poner les cuerpes en la asistencia, con voluntarismo pero sin recursos.

Una y otra vez, y otra, y otra más esas mujeres nos dicen, “no vuelvo más!”, “me prejuzgan”, “me violentan”, “me critican como madre”, “no me creen”… etc. etc.

Y es así como las personas que integramos Maltratocero acabamos “enredadas” en la ruta crítica de las personas en situación de violencia procurando –con un éxito precario- que las dependencias estatales desplieguen la escucha en clave de género.

Hemos obtenido muchos logros, varias veces, no venimos aquí a quejarnos.

Es una oportunidad inmejorable para decir que estamos satisfechxs con que desde hace algunos días en Chivilcoy la Comisaría de la Mujer y la Familia ya no exija testigxs, y que el Juzgado de Paz local no obligue a la ratificación de las denuncias para librar medidas cautelares.

Como organización celebramos que cada día las Convenciones Internacionales de carácter supra constitucional, vayan siendo comprendidas más y mejor a cada paso, en cada caso…

Cómo también celebramos que en estos días en reiteradas ocasiones el Honorable Concejo Deliberante de Chivilcoy nos convoque para legislar sin reproducir violencias institucionales.

Sin embargo es obligatorio denunciar que el Estado tiene para con las mujeres en situación de Violencia, una escucha atrofiada.

La atrofia proviene de un conjunto de elementos/ estereotipos, devenidos de los roles y caracteres de Género que el propio patriarcado impone, que construyen una "hipótesis de víctima" y se expresa en las voces de funcionarias del Área de Género diciéndonos “estoy cansada” de que tal o cual mujer en situación de violencia no me escuche, no me haga caso o aún más desconcertante: “que ME maltrate al personal de salud mental dónde le conseguí un turno”.

Punto y seguido ya no fue necesario que la víctima rebotara: nos la revoleó el Estado desde su propia Área de Género.

Es claro que la hipótesis que el Estado tiene prevé una persona rota por sus experiencias de vulnerabilidad que se acerca docilizada por el dolor y dispuesta a hacer lo que le digan.

El Estado no espera que las mujeres en situación de Violencia puedan aparecer desencajadas de odio, extremadamente enojadas y desconfiadas.

No espera que digan No, o que exijan otra cosa que -siendo compatible con sus derechos- el Estado no pueda proveer.

La mujer en situación de Violencia viene con su propia frustración y así se choca con la frustración de las dependencias estatales que no la pueden "digerir".

Es el comienzo de la ruta crítica.

Y por eso es crítica.

El Estado la vuelve crítica: compleja, violentogénica, revictimizante.

Si hablamos con las personas que encarnan al Estado resulta que encontramos la misma situación: falta de formación en perspectiva de género, sobrecarga de roles y tareas que no sólo yuxtaponen responsabilidades sino que destrozan el foco profesional de abordaje de la problemática que deben atender.

El Estado construye una escucha atrofiada y desde ese lugar, sujeta a las mujeres en situación de Violencia que piden ayuda y somete a las mujeres que -desde las dependencias oficiales- son las encargadas de la intervención.

La escucha atrofiada no es atraso, ni ausencia, ni falta: es una decisión política.

La decisión subterránea a toda la legislación actual de mantener el statu quo del Patriarcado vigente.

Como siempre perversamente sostenido por mujeres, para que así la masculinidad hegemónica que lo gesta pueda señalarnos como culpables, arrojarnos a la competencia entre nosotras, volver a romper la sororidad que nos vuelve irrefrenables y mantenerse impune y al margen de la visibilidad social en tanto agente que crea las condiciones para que las cosas no cambien.

Por María Laura Razzari

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